Si alguien me hubiera preguntado hace unos años qué pensaba del día de la mujer, habría respondido: «no necesitamos un día para ser reconocidas» (recuerdo haberlo tweeteado en algún momento). Y para ser sincera, parte de mi sigue pensando de esa manera.
-MJ

Pero lo que no veía en aquel entonces, es que el establecerlo así nos ha servido a nosotras mismas para recordar y reconocer la importancia que tienen otras mujeres en nuestras vidas. Gracias -en parte- al ruido que se genera en las redes sociales, se ha hecho más fácil notar la creciente empatía que se da entre mujeres por «compartir» un día del año.

¿Y es que acaso no es un conjunto de pequeños recordatorios lo que nos hace reaccionar a lo increíble que es la vida? La interacción humana; la belleza de aprender y compartir. La conexión tan profunda que se genera entre mujeres, por el simple hecho de ser mujeres.

Y más que eso, me atrevo a decir que celebrarlo es un intento por bajar las barreras construidas entre nosotras. De comenzar a vernos como iguales, como parte de una misma. De dejar de percibir a la otra como competencia, como amenaza, o como algo «ajeno a mi.»

¡Mujeres, busquemos la igualdad, pero entre nosotras mismas!  Celebremos nuestra diversidad, nuestra riqueza. Reconozcamos los logros de otras, admiremos sus virtudes, aprendamos de sus legados, inspirémonos entre nosotras. Pero vayamos más allá de nuestro círculo social. Porque sólo así existirá crecimiento, sólo empoderándonos lograremos trascender.

Y celebremos esto no sólo hoy, sino todos los días. Que cada vez seamos más las mujeres que transmitamos esta forma de vivir; para que las futuras generaciones nazcan con un nuevo chip integrado, el chip de la hermandad.

*Texto de Mariajosé Vázquez Martín.