Bajo la oscuridad apareció la silueta de una mujer. Desde lejos se podía percibir la rigidez de aquella persona, la cual mantenía bajo prisión a su ser interior, impidiendo que la fría brisa de la noche la tocara.
Una cortina de humo negro la cubría como un velo cubre a los ojos que ocultan algo. De vez en cuando se podían observar reflejos de luz que emanaban de ella atravesando su manto, pero el humo los volvía a cubrir en su oscuridad.
Algo en ella me inquietaba. Me daba la sensación de miedo y misterio, pero a su vez sentía curiosidad. Curiosidad de saber por qué sus pequeños reflejos dorados se ocultaban bajo esa cortina de humo que la seguía a cada movimiento y paso que daba. ¿Qué ocultaba?
Su cara no reflejaba expresión alguna. Una cara hermosa, pero fría cual roca. Como si su bellas facciones hubieran sido talladas sobre un mármol sin vida.
Al pasar frente a mi, nuestras miradas se cruzaron. Sus ojos marrones se clavaron en los míos, pero solo pude ver un alma vacía. Una fría brisa me erizó la piel, no supe diferenciar si fue la naturaleza o la mirada de aquellos ojos marrones.
Continuó su camino hacia la oscuridad y lo último que pude ver de ella, eran esos reflejos dorados que tanto me habían llamado la atención, atravesando de vez en cuando la oscuridad de su manto… el cuál los volvía a cubrir.