Sinopsis
Historia de un amor imposible, las batallas en el desierto es una magistral novela breve que involucra otros aspectos como la corrupción social y política, el inicio del México moderno y la desaparición del país tradicional, y el rescate de las memorias individuales y colectivas de una ciudad a la que José Emilio Pacheco ama profundamente, pero recrea sin nostalgia y denuncia de manera implacable. Desde su aparición, esta novela corta, traducida a varios idiomas y publicada en otras partes del mundo hispano, asombro por su aparente sencillez y la estructura compleja que tiende lazos para una variedad de lecturas múltiples y diferentes, y para una complicidad que hermana para siempre al lector con el autor.
Es la novela más corta que por el momento he leído. Corta pero con una historia que envuelve al lector. José Emilio Pacheco logra incorporar temas políticos, sociales y culturales de la época de transición al México contemporáneo. Es narrada a través de Carlos, un niño que vivía en la Colonia Roma de la Ciudad de México y jugaban a las Batallas en el Desierto el patio de recreo con sus compañeros de clases -las cuales hacían referencias a la guerra de la formación del Estado de Israel en 1948-. En la escuela conoce a Jim, nacido en Estados Unidos y desde el momento en que conoce a su joven madre, todo cambio para Carlos, pasando de un simple juego en el patio de recreo a una batalla interna a lo largo de su vida.
Se muestra un México tradicional, donde la sociedad se negaba a ver que el mundo estaba en transición -desde el fin de la Segunda Guerra Mundial-. Por pequeños detalles que para nosotros ya son parte de la vida cotidiana -pero el ver una Coca-Cola, donas o productos norteamericanos en la mesa de una familia mexicana era algo nuevo-, todo lo que la globalización llegó a hacer en la vida de los mexicanos, como el hecho de que la Coca-Cola llegó a surtir las deliciosas aguas frescas mexicanas. Las grandes empresas transnacionales poco a poco se iban apoderando de las empresas nacionales, al punto de tragarlas y desaparecerlas completamente.
Pareciera como si ese gigante se devorara todos los valores y el espíritu mexicano para convertirlo en una sociedad en decadencia -a los ojos de la sociedad de aquella época-. El México tradicional se había quedado en el pasado.
Pero la realidad era que el mundo estaba cambiando y México debía hacerlo con él. Nos muestra a las familias de aquella época; sus costumbres y tradiciones. Nos hace ver un México que se quedo perdido entre sus edificios modernos.
Concluye con un último párrafo -que a mi parecer- resume la transición del México tradicional al México actual;
La utopía al fin conquistada. Mientras tanto nos modernizábamos, incorporábamos a nuestra habla términos que primero había sonado como pochismos en las películas de Tin Tan y luego insensiblemente se mexicanizaban: ténquiu, oquéi, uasamara, sherap, sorry, uan móment pliis. Empezábamos a comer hamburguesas, páys, donas, jotdogs, malteadas, áiscrim, margarina, mantequilla de cacahuate. La coca-cola sepultaba las aguas frescas de Jamaica, chía, limón. Aún los pobres seguían tomando tepache. Nuestros padres se habituaban al jaibol que en principio les supo a medicina. En mi casa está prohibido el tequila, le escuché decir a mi tío Julián. Yo nada más sirvo whisky a mis invitados: hay que blanquear el gusto de los mexicanos